Nada provoca en mí mayor sensación de estar ante una solución obsoleta -caduca- como la identificación de un formato común, comercial. El efecto es más grave cuando ese formato se aplica con la pretensión de desaparecer, es decir con la vocación de representar una continuidad. Ese propósito es irrealizable y manifiesta la peor categoría de los materiales en formato comercial: la de aquellos que niegan la única posibilidad que tienen y que consiste en ser una unidad.
Un ejemplo de resistencia de un formato frente al paso del tiempo es el azulejo que reviste, por ejemplo, las paredes y bóvedas de infinidad de estaciones de metro. El motivo principal es la adecuación del tamaño de ese formato a la variación del plano, léase la curvatura de la bóveda. No obstante lo que el inocente azulejo ha resistido por la pertinencia del uso dado ha sido destruido por la indiscriminada utilización del mismo en las reformas de pisos para su alquiler de temporada.